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Morrigan
Laura Merlin






LAURA MERLIN



MORRIGAN

LA VENGANZA DE LA DIOSA.



Traducido por: MarГѓВ­a JosГѓВ© Gomes Angelone

Editor: Tektime


Para quienes tanto quiero.

FГѓВ­sicamente distantes.

Espiritualmente cercanos.


“Ella es la luz que me guía

hacia mi destino incierto.

Ella me dice que no tenga miedo

y tome sus manos.

Ella es muerte, es vida

¡mi Diosa Morrigan!

(Trovar de Muerte- Morrigan)




1

LA PESADILLA


Alguien me estГѓВЎ siguiendo.

A mi alrededor solo hay enormes extensiones de praderas sin cultivar.

El viento soplaba tan fuerte que lo podГѓВ­a sentir cortГѓВЎndome la piel. BajГѓВ© la mirada. En ese momento vestГѓВ­a solamente un camisГѓВіn blanco de seda. Estaba consciente de que era un sueГѓВ±o, pero tambiГѓВ©n sabГѓВ­a que mis sueГѓВ±os nuca habГѓВ­an sido normales.

AvancГѓВ© algГѓВєn pasado sin dejar de mirar hacia atrГѓВЎs.

“Sofía”, parecía gritar el viento.

“¡Sofía!”

Me di vuelta. Un enorme cuervo negro planeaba, dirigiГѓВ©ndose directamente hacia mi cabeza.

Un escalofrГѓВ­o me recorriГѓВі la espalda y comencГѓВ© a correr.

Escuchaba batir sus alas cada vez mГѓВЎs cerca.

Me volteГѓВ©, esperando no encontrar al cuervo pronto a lanzarse en picada como si fuera su presa, pero se me bloqueГѓВі la respiraciГѓВіn.

Una figura difusa me observaba inmГѓВіvil.

Solo los largos cabellos rojos como el fuego y el largo vestido color pГѓВєrpura eran movidos por el viento.

¿Quién diablos era?

¿Por qué sentía tanto miedo?

¡Y además, en mi sueño!

ComencГѓВ© a sentir mucho cansancio en las piernas, pero no podГѓВ­a detenerme. No habГѓВ­a ningГѓВєn escondite cercano. Por fortuna era tal la descarga de adrenalina que me producГѓВ­a el terror, que hubiera podido correr quilГѓВіmetros sin sentir dolor.

Al rato, a lo lejos, divisГѓВ© la figura de lo que parecГѓВ­a ser mi casa.

Solo parecГѓВ­a, en realidad, porque cuГѓВЎnto mГѓВЎs me acercaba me daba cuenta de que era otra cosa.

No lograba entender quГѓВ© era.

El cuervo se encontraba a poca distancia de mГѓВ­ y sentГѓВ­a su graznido furioso encima de mi cabeza. NotГѓВ©, con estupor, que aquel pajarraco hablaba.

“Detente, Sofía, no te haré daño”

EscuchГѓВ© aquellas palabras tan cercanas, que pensГѓВ© que tal vez solo las habГѓВ­a imaginado en mi mente. DespuГѓВ©s de todo, en los sueГѓВ±os, tambiГѓВ©n los animales pueden hablar.

OjeГѓВ© velozmente a mis espaldas, para ver dГѓВіnde se encontraba.

DetrГѓВЎs de mГѓВ­, la nada, ni siquiera el espectro de mujer que habГѓВ­a visto con anterioridad. Solo quedaba el viento sobre la pradera, que hacГѓВ­a doblar las espigas con su furia.

LogrГѓВ© llegar a la puerta. EmpujГѓВ© para ver si estaba abierta y agradecГѓВ­ a la diosa Fortuna por haberse acordado de mi existencia.

Se abriГѓВі sin ningГѓВєn esfuerzo.

Apenas puse un pie dentro de casa, me abrazГѓВі una sensaciГѓВіn de vacГѓВ­o. Algo me decГѓВ­a que todo estaba mal. Los pisos, generalmente de cerГѓВЎmicas color rosa claro, estaban sucios y llenos de hojas. Los muebles no existГѓВ­an. HabГѓВ­a solamente un piano de cola negro, tan lГѓВєcido y limpio que la ГѓВєnica cosa que se podГѓВ­a distinguir sin problema, ademГѓВЎs de las teclas blancas, era la marca escrita con caracteres grandes y en color oro.

Me acerquГѓВ© tentada por el deseo de tocar, pero las teclas comenzaron a moverse solas.

Me detuve, petrificada por el miedo.

Por algunos instantes ni siquiera respirГѓВ©, escuchaba las notas en silencio. Una melodГѓВ­a desconocida, oscura e hipnГѓВіtica al mismo tiempo, como si el pianista fantasma quisiera resaltar que habГѓВ­a caГѓВ­do en una verdadera y profunda pesadilla.

Mientras la mГѓВєsica sonaba, comencГѓВ© a entrever una figura de mujer sentada delante del teclado del instrumento, totalmente concentrada en tocar. BatГѓВ­ los pГѓВЎrpados un par de veces, hasta lograr ver la figura con claridad.

¡No lo podía creer! Era el espectro que me había estado siguiendo un momento antes.

Sus facciones me eran extraГѓВ±amente familiares. Los largos cabellos rojos y ondulados le caГѓВ­an por debajo de los hombros y usaba, tambiГѓВ©n ella, un camisГѓВіn blanco de seda. TenГѓВ­a la total convicciГѓВіn de que la conocГѓВ­a. ForcГѓВ© cada pequeГѓВ±a neurona de mi cerebro para recordar dГѓВіnde la habГѓВ­a visto.

“¿Quién eres?” “¿Por qué me sigues?”, logré preguntar tratando de esconder el terror en mi voz. “¿Qué quieres de mí?”

La muchacha comenzГѓВі a tocar y a reГѓВ­r como si hubiera dicho algo divertido.

Lentamente se volviГѓВі hacia mГѓВ­, se puso de pie y en un instante me encontrГѓВ© cara a cara conГўВЂВ¦

¡No, no podía ser!

Con seguridad tenГѓВ­a la vista nublada.

CerrГѓВ© los ojos tratando de aclarar las ideas, pero cuando los abrГѓВ­ me di cuenta que habГѓВ­a visto bien.

Estaba escapando de mГѓВ­ misma.

“Hola Sofía, ¿me reconoces?”, dijo mi otro yo.

“No lo logro entender. ¿Por qué estoy hablando…Y sí, con una especie de mí misma?”

“Esto es verdad, yo soy tu otra mitad. Ahora tengo poco tiempo para explicártelo y me tienes que escuchar. Estás en peligro, te están buscando. Sabe quién eres y también él te necesita”.

HablГѓВі de una manera tan rГѓВЎpida que casi no entendГѓВ­ lo que dijo.

“No, espera” la frené desconcertada. ¿Qué quieres decir con “también él te necesita”?

“Tú eres la tercera divinidad, debes ayudarnos a vencer a quien nos está quitando todas las libertades”. Su tono era desesperado. “Él te está buscando para matarte, porque sabe que sin ti, el poder de Morrigan no puede salir a luz”.

La cabeza me daba vueltas, ya no entendГѓВ­a nada.

El flujo de mis pensamientos se frenó de golpe y decidí que debía saber todo lo que fuera posible sobre aquello. “¿Qué es el poder de Morrigan?” No logro entender, ¿qué debo hacer? ¿Cómo podría salvarte?”.

“Tendremos tiempo de explicar todo cuando te nos unas”. Su voz asumió un tono grave. “Tu tiempo en la tierra se terminó. Debes unirte a nosotros, Sofía”.

La otra “yo” movió los ojos de improviso como si hubiera percibido la presencia de alguien que no debía estar allí. Comenzó a agitarse y a mirar a su alrededor preocupada.

“Maldición, me han descubierto”, imprecó. “La Diosa te quiere, tu destino ya está escrito. No puedes cambiar el curso de los acontecimientos. ¡Sálvanos!”.

PronunciГѓВі estas palabras con tal intensidad y violencia que parecieron cuchillas cortantes. Me golpeГѓВі en lo profundo del alma y entendГѓВ­ que quizГѓВЎs no fuera solo un terrible y simple sueГѓВ±o: era algo real que habrГѓВ­a de cambiar en forma drГѓВЎstica mi vida.

Hubiera querido suplicarle que se quedare y me explicara mejor lo que sucedГѓВ­a, pero apenas intentГѓВ© abrir la boca para hablar, detrГѓВЎs de la muchacha se materializГѓВі una figura.

No era una figura clara, podГѓВ­a ver solo sus contornos difuminados. La ГѓВєnica cosa que podГѓВ­a ver con claridad eran sus ojos, dos intensos ojos negros como la noche que me paralizaron de pies a cabeza.

No querГѓВ­a seguir allГѓВ­ ni un minuto mГѓВЎs, tenГѓВ­a que salir de ese sueГѓВ±o costara lo que costara. Solo que me encontraba bloqueada en aquella dimensiГѓВіn.

Grité a boca abierta y la sombra de aquella figura desconocida se acercaba cada vez más. Una risa profunda sonó en mis oídos. “Serás mía, Sofía, ya no hay manera de escapar”, gritó la sombra.

“Aléjate de mí” grité “quiero irme de aquí”, y de repente parpadeé y me sobresalté en la cama.

Estaba sudando, tenГѓВ­a la frente perlada por el sudor. Inmediatamente mirГѓВ© a mi alrededor. Afortunadamente estaba en mi habitaciГѓВіn. CerrГѓВ© los ojos y las imГѓВЎgenes de aquella pesadilla pasaron por mi mente una a una, como si fuera la sГѓВ­ntesis veloz de una pelГѓВ­cula.

Un aliento de aire helado rozГѓВі mi piel aГѓВєn humedecida.

Alguien me observaba. TenГѓВ­a la total sensaciГѓВіn de tener aquellos ojos negros encima de mГѓВ­, pero no podГѓВ­a ver a nadie.

El corazГѓВіn comenzГѓВі a latirme a mil.

SentГѓВ­ pasos cada vez mГѓВЎs cerca, y comencГѓВ© a repetirme que no podГѓВ­a ser, que el sueГѓВ±o no podГѓВ­a volverse realidad.

Algo saltГѓВі a la cama. SofoquГѓВ© un grito con mis manos y llevГѓВ© mis rodillas al pecho con de golpe.

“Ade, casi me matas”, dije a mi bola de pelos de color miel. Comencé a mimar a mi perro que mientras se había hecho un ovillo a mi lado.

DecidГѓВ­ concentrarme en ГѓВ©l sin dejar de acariciarlo para relajarme. A la maГѓВ±ana siguiente habrГѓВ­a analizado si preocuparme o no por la pesadilla. Mientras tanto tratarГѓВ­a de dormir un poco mГѓВЎs, pero el miedo de volver a caer en aquella horrible fantasГѓВ­a era demasiado.

De una cosa estaba segura, las terribles sensaciones que habГѓВ­a experimentado no me dejarГѓВ­an, es mГѓВЎs, hubiera podido apostar que con el pasar del tiempo aumentarГѓВ­an.




2

LA ANCIANA


Me habГѓВ­a quedado despierta casi toda la noche. El sueГѓВ±o de la noche anterior me habГѓВ­a dejado una extraГѓВ±a sensaciГѓВіn. SentГѓВ­a terror de que todo aquello pudiera ser verdad, y no solo fruto de mi mente retorcida.

Me levantГѓВ© y me sentГѓВ© en el borde de la cama. RespirГѓВ© hondo, tres, cuatro veces, hasta que logrГѓВ© sentirme un poco mГѓВЎs tranquila.

Me arrastrГѓВ© hasta el armario. TomГѓВ© unos pantalones cortos y negros, y la primera remera que me cayГѓВі en mano.

Me mirГѓВ© al espejo. Estaba pГѓВЎlida, dos ojeras oscuras indicaban que no habГѓВ­a descansado bien, y mis cabellos indicaban lo mismo.

Por primera vez parecГѓВ­a tener algГѓВєn aГѓВ±o mГѓВЎs. Estaba acostumbrada a que me dijeran que parecГѓВ­a menor: nunca nadie me daba 18 aГѓВ±os. DespuГѓВ©s de todo tenГѓВ­an razГѓВіn. Ni yo me darГѓВ­a la edad que tenГѓВ­a, pero aquella maГѓВ±ana parecГѓВ­a tenerla.

Me pasГѓВ© una mano por la cara, como si con aquel gesto hubiera podido borrar todos mis pensamientos.

TomГѓВ© el maquillaje y comencГѓВ© con la restauraciГѓВіn.

“A nosotras dos, desconocida”, amenacé a mi reflejo con el cepillo de maquillar. “Veremos quién quedará mejor”.

GanГѓВ© yo. Mis cabellos volvieron a ser lacios y los recogГѓВ­ en una cola de caballo, la base cubriГѓВі las ojeras y con el lГѓВЎpiz negro le di un toque de color a mis ojos cansados.

En realidad el maquillaje no era necesario, ya que aquella maГѓВ±ana solo debГѓВ­a de ir a hacer un poco de jogging, antes de ponerme a hacer alguna cosa, pero sentГѓВ­a necesidad de ГѓВ©l.

Y sentГѓВ­a necesidad tambiГѓВ©n de tirarme el tarot.

Era una costumbre. Cada vez que sentГѓВ­a una duda o incerteza tomaba las cartas para ver quГѓВ© me aconsejaban hacer.

Esto, de cierta manera, me hacГѓВ­a sentir mГѓВЎs tranquila.

AtravesГѓВ© la habitaciГѓВіn de dos grandes pasos, tomГѓВ© el mazo de cartas del cajГѓВіn cercano a la cama y me sentГѓВ© en el piso con las piernas cruzadas.

Me concentrГѓВ© y mezclГѓВ© las cartas con cuidado, tratando de vaciar la mente. CortГѓВ© el mazo, lo recompuse en uno y suspirГѓВ©.

Luego a media voz dije: “¿Cómo puedo entender el sueño de anoche? ¿Qué sucederá ahora?”.

Era una pregunta un poco absurda de realizar: generalmente preguntaba cГѓВіmo me debГѓВ­a comportar, si debГѓВ­a hacer alguna cosa determinada, o pedГѓВ­a un consejo sobre algГѓВєn trabajo o alguna idea. No querГѓВ­a y nunca habrГѓВ­a usado el tarot para tratar de leer mi futuro. Iba contra mi convicciГѓВіn de que los verdaderos creadores del destino somos nosotros mismos, y nadie puede tener la certeza de lo que sucederГѓВЎ maГѓВ±ana.

Aquella maГѓВ±ana, sin embargo, la pregunta habГѓВ­a surgido de manera espontГѓВЎnea. SaquГѓВ© tres cartas del mazo y las apoyГѓВ© sobre el piso, una al lado de la otra.

Di vuelta la primera, como si leyera un libro, luego la segunda y finalmente la tercera.

ParpadeГѓВ© e me quedГѓВ© mirГѓВЎndolas fijamente, sosteniendo la respiraciГѓВіn.

¡Tres arcanos mayores!

Tres cartas de un cierto peso, pues son aquellas con mayor influencia mГѓВЎgica.

El loco, arcano nГѓВєmero cero.

La muerte, el dГѓВ©cimo tercer arcano.

La torre, el dГѓВ©cimo sexto arcano.

En pocas palabras, significaban un cambio inesperado en mi vida, un nuevo camino por recorrer.

Esto no me dejaba nada tranquila. RecogГѓВ­ las cartas y notГѓВ© que me temblaban las manos.

La ГѓВєltima cosa que hubiera querido en aquel momento, era un cambio drГѓВЎstico en mi vida. Me gustaba asГѓВ­, ordinaria, regular, sin mayores sobresaltos.

Ya habГѓВ­a tenido bastante con un muchacho llamado Michel.

HabГѓВ­amos salido alguna vez. Me encantaban sus ojos, almendrados, como los de un pequeГѓВ±o ciervo perdido, y a sus cabellos negros y suaves. TenГѓВ­a aires de niГѓВ±o y juntos nos divertГѓВ­amos mucho. Estaba bien con ГѓВ©l, pero despuГѓВ©s de un tiempo me di cuenta de que aquello que sentГѓВ­a era una fuerte amistad y nada mГѓВЎs.

DecidГѓВ­ terminar con aquella historia esperando que antes o despuГѓВ©s entendiera mi decisiГѓВіn.

¡Me equivocaba por completo!

ГѓВ‰l me amaba y era de esos amores locos que te llevan a hacer locuras. Aquello que te hace creer que para siempre no es solo una ilusiГѓВіn, sino algo real, posible.

Pero es tambiГѓВ©n aquello que, cuando te corta las alas, te hace caer, cada vez mГѓВЎs bajo, en el corazГѓВіn de los infiernos.

Y fue lo que ГѓВ©l sintiГѓВі.

La obsesiГѓВіn lo cegГѓВі, y pasaba de momentos de rabia en los que me ofendГѓВ­a y blasfemaba en mi contra, a momentos de tranquilidad y depresiГѓВіn, en los que habrГѓВ­a hecho de todo por volver.

¡Le tenía miedo! Tanto que, cuando salía, trataba de no estar nunca sola.

PodrГѓВ­a parecer una exageraciГѓВіn, pero de verdad me daban miedo sus reacciones.

BajГѓВ© los hombros y de un salto me parГѓВ©. BajГѓВ© las escaleras corriendo, y me puse mis Converse negros y rosados.

Me dirigГѓВ­ al parque, aunque el dГѓВ­a no fuera de los mejores, el cielo estaba oscuro, por algunas nubes amenazantes de lluvia, sin embargo los treinta grados que habГѓВ­a se hacГѓВ­an sentir mucho.

EncendГѓВ­ el Ipod, me coloquГѓВ© los auriculares y dejГѓВ© correr mi playlist. TenГѓВ­a la desesperada necesidad de escuchar alguna mГѓВєsica que me cargara de energГѓВ­a, elegГѓВ­ a Queen con Princes of de Universe.

Al llegar a la entrada del parque, comencГѓВ© a correr.

Me gustaba aquel lugar, me daba alegrГѓВ­a incluso en los dГѓВ­as negros como aquel. ParecГѓВ­a que allГѓВ­ nunca se podrГѓВ­a terminar con el verde de los ГѓВЎrboles y el pasto tan bien cuidado.

Aquella maГѓВ±ana habГѓВ­a muy pocas personas. ComГѓВєnmente, en junio, se podГѓВ­an encontrar muchos niГѓВ±os paseando con los abuelos, incluso a las 8 de la maГѓВ±ana. En cambio era como si aquel dГѓВ­a todos se hubieran quedado en casa y solo yo hubiera tenido la loca idea de salir.

Esto no me gustaba nada.

LleguГѓВ© a la zona mГѓВЎs alejada y bella del parque, donde corrГѓВ­a un pequeГѓВ±ГѓВ­simo rГѓВ­o, atravesado por un puente de madera, muy bien conservado.

Respiraba hondo aquel dulce perfume de agua y tierra mojada, cuando un rumor extraГѓВ±o llamГѓВі mi atenciГѓВіn.

Me saquГѓВ© los auriculares para escuchar mejor.

ParecГѓВ­an llantos.

Me detuve y mirГѓВ© un poco a mi alrededor. Con el dorso de la mano me sequГѓВ© el sudor de la frente y di algГѓВєn paso mГѓВЎs hacia adelante, siempre escuchando desde dГѓВіnde venГѓВ­a aquel ruido.

Y la vi.

Era una viejita de rostro dulce, y con los cabellos recogidos ordenadamente en un moГѓВ±o. Estaba llorando, triste por algo que no sabГѓВ­a.

“Señora, ¿todo bien?” pregunté, avanzando algún paso con lentitud.

A su lado habГѓВ­a un cesto con ropa, simplemente estaba lavando la ropa en el rГѓВ­o.

SentГѓВ­ curiosidad y temor, al mismo tiempo, sin saber por quГѓВ©. DespuГѓВ©s de todo, era solo una seГѓВ±ora anciana, demasiado triste y sola.

“¿Señora?” intenté de nuevo, con un tono más dulce, dado que no parecía haber notado mi presencia.

Estaba muy cerca, y podГѓВ­a ver lo que tenГѓВ­a entre sus manos.

En un primer momento pensГѓВ© que podГѓВ­a ser ropa de su probable difunto marido. En cambio, mirando bien, me di cuenta que sostenГѓВ­a una remera demasiado pequeГѓВ±a para ser usada por un hombre, y muy juvenil como para que fuera suya.

AgudicГѓВ© la vista, para ver mejor, y dos cosas me paralizaron la respiraciГѓВіn.

HabГѓВ­a un dibujo en aquella remera blanca, una simple mariposa rosada. BajГѓВ© la vista y vi que era la misma que llevaba puesta yo.

¡No tenía sentido!

¿Aún dormía?

¿Pero cuándo me había dormido?

No, estaba despierta y consciente. Desgraciadamente.

La viejita estaba concentrada en su trabajo, empeГѓВ±ada en quitar una mancha.

Una mancha rojiza e irregular.

Me relajГѓВ© un segundo. Tal vez era de una nieta, la habГѓВ­a ensuciado y la abuela la estaba lavando.

Pero, ¿por qué lloraba?

Mis ojos se detuvieron en el color escarlata del agua que bajaba. ¿Podía ser una mancha de sangre fresca? Justo a la altura del lado derecho.

Mi fantasía viajaba de manera demasiado veloz. ¡Era todo muy absurdo para ser verdad!

La abuelita se dio vuelta y me fijГѓВі, con dos ojos de hielo que parecГѓВ­an implorarme que la entendiera.

“Lo lamento”.

“¿Por qué, señora?”, traté de preguntar en un tono calmo, “¿Qué sucedió? ¿Por qué hay toda esa sangre?”

“Lo entenderás…pronto…lo siento”, y volvió a su tarea, siempre llorando y dejando que las lágrimas le recorrieran el rostro, ya surcado por las arrugas.

Hubiera querido consolarla, continuar hablando, preguntarle mГѓВЎs, pero apenas abrГѓВ­ la boca, sentГѓВ­ el ladrido de un perro.

Me di vuelta y lo vi allГѓВ­, a dos pasos de mГѓВ­. Un lobo, de manto negro como la noche, me ladraba.

SentГѓВ­ un segundo de temor por la seГѓВ±ora, y me girГѓВ© para advertirla, pero ya no estaba allГѓВ­, ni elle ni el cesto de la ropa.

El corazón me dio un salto, ¡no podía haberme imaginado todo!

Mientras tanto el lobo avanzГѓВі hacia mГѓВ­ y me apoyГѓВі el hocico en la mano, para llamar mi atenciГѓВіn.

Hizo que le acariciara la cabeza y luego saltГѓВі hacia la zona noreste del parque, la zona a la cual iban las parejas para estar tranquilas.

En efecto, era un lugar bastante apartado, con grandes sauces llorones, que podГѓВ­an crear un perfecto escondite.

Yo nunca habГѓВ­a ido, porque me parecГѓВ­a un lugar peligroso.

Las dudas de mi cabeza se desvanecieron, cuando escuchГѓВ© gritos que provenГѓВ­an desde allГѓВ­ y, sin pensarlo, corrГѓВ­ detrГѓВЎs del lobo.

DespuГѓВ©s de un par de metros, lleguГѓВ©. Los gritos eran mГѓВЎs fuertes y podГѓВ­a oГѓВ­r voces. RetirГѓВ© unas ramas de sauce y pude ver toda la escena.

“Eres solo una pequeña molestia”, gritó la chica de cortos cabellos rubios, que le caían todos a un lado.

“No, te lo ruego, déjame ir. No he hecho nada”

MirГѓВ© hacia el lugar del que provenГѓВ­a esa voz.

Era una muchacha simple, con cabellos desordenados de color castaГѓВ±o que le caГѓВ­an sobre los hombros.

Una tercera muchacha, la sostenГѓВ­a de los brazos, por detrГѓВЎs, de manera de no permitirle moverse. No decГѓВ­a nada, se limitaba a sonreГѓВ­r, masticando frenГѓВ©ticamente un chicle. La cresta verde y roja, en la cabeza, y una cantidad de piercings en las orejas y en la cara, la hacГѓВ­an parecer un muchacho.

“¿Qué?” dijo la rubia. “Tú estúpida muchachita, fuiste a la policía a decir que te sacamos plata para la coca”

“Io… io…”, susurró la pobre muchacha.

“¿Tú qué?…admítelo o…” La mano de la rubia bajó hasta el bolsillo trasero de su jean, sacó una navaja, y con un movimiento rápido hizo saltar la punta que brilló amenazadora delante de los ojos de la pobre víctima indefensa.

Odiaba a quiГѓВ©nes hacГѓВ­an bulling. Me habГѓВ­a pasado que me tomaran el pelo, pero nunca nadie habГѓВ­a llegado al extremo de amenazarme con un cuchillo.

No lo podГѓВ­a concebir, esto era demasiado.

NotГѓВ© la expresiГѓВіn de la pobre muchacha. Estaba aterrorizada, lloraba a mares, y se la habГѓВ­a corrido el poco maquillaje que se habГѓВ­a puesto en los ojos.

¿Cómo podían tratar así a una pobre muchacha indefensa?

Algo dentro de mГѓВ­ comenzГѓВі a bullir. Sin que me diera cuenta, mis piernas se movieron solas, como empujadas por una fuerza exterior.

“Hey, déjenla” grité.

Me precipitГѓВ© hacia ellas, la adrenalina se apoderГѓВі de mГѓВ­ y ya no respondГѓВ­a por mis acciones.

“¿Qué quieres? Vete, no te metas en problemas ajenos” dijo la rubio fulminándome con la mirada.

“Déjenla en paz y me voy”

“Vete ahora” dijo, moviendo los ojos. “No son problemas tuyos, ¿cuántas veces debo decírtelo? Ve a hacerte la heroína a otra parte.”

“Yaaa” dijo la muchacha punk, arrastrando la última letra.

La rubia levantó el cuchillo: “Esto te hará daño, pero es solo una invitación para que retires la denuncia. Si no lo haces...” imitó con la mano libre el gesto de cortarle el cuello.

“No bromees déjala en paz. Hizo bien en denunciarlas. Ustedes no saben lo que significa ser presa de mira. Quiere decir tener terror de salir de casa, de ir a la escuela. Uno se aísla por culpa de muchachas odiosas como ustedes, que les arruinan la vida a pobres muchachas inocentes. Deja la navaja ahora, ponlo en el piso.” Casi grité estas últimas palabras.

“Está bien lo dejo. Me has conmovido, sabes.”, dijo burlona la rubia, con la nariz en alto fingiendo el llanto. Luego agrego: “Pero antes se lo clavo en los muslos”.

La rubia tratГѓВі de golpear con la navaja a la muchacha, yo me tirГѓВ© delante de ella y la respiraciГѓВіn se me bloqueГѓВі en la garganta.

SentГѓВ­ algo calienta que me corrГѓВ­a por el lado derecho y una sensaciГѓВіn de torpeza comenzГѓВі a correrme por todo el cuerpo. BajГѓВ© la mirada y vi una mancha rojiza que comenzГѓВі a arruinarme la remera blanca.

Una lГѓВЎgrima me regГѓВі el rostro, luego otra. La cabeza me comenzГѓВі a girar y todo a mi alrededor parecГѓВ­a quedar en silencio. Mi respiraciГѓВіn comenzГѓВі a hacerse corta e irregular. Las piernas me cedieron y caГѓВ­ al piso como una bolsa vacГѓВ­a.

Sentí a la muchacha punk exclamar: Oh mierda, esta está muerta…está muerta en serio. La mataste”.

“Vámonos, rápido. Dejémosla aquí que se muera”, dijo la rubia.” Y tú, ven con nosotras, no nos denunciarás también por esto”.

Las tres se marcharon, rГѓВЎpidamente, dejГѓВЎndome sobre una cama de hojas.

Me di cuenta en aquel momento que no habГѓВ­a lГѓВЎgrimas sobre mi rostro, sino gotas de lluvia.

Era como si el cielo hubiera comenzado a llorar por mГѓВ­.

SabГѓВ­a que en aquel lugar nadie me habrГѓВ­a encontrado a tiempo para salvarme. Estaba destinada a morir, sin siquiera haber tenido tiempo de despedirme de mis padres.

Mi madre, mi dulce y querida madre siempre dispuesta a estar a mi lado. Me hubiera gustado agradecerle por todo lo que siempre habГѓВ­a hecho por mГѓВ­.

Mi padre, mi adorado y fuerte papГѓВЎ, de quien habГѓВ­a sacado mis rebeldes y negros cabellos. Me hubiera gustado escucharlo mГѓВЎs seguido.

Y Ade, mi fiel amigo de cuatro patas. ¿Qué habría hecho ahora sin mí? Estábamos siempre juntos, inseparables, y ahora ya no podría estar a su lado.

Fue justo con este pensamiento, que una lГѓВЎgrima me corriГѓВі por la mejilla, y esta vez de verdad, mezclГѓВЎndose con la lluvia.

Un escalofrГѓВ­o me atravesГѓВі el cuerpo y todo pareciГѓВі moverse.

El mundo me girГѓВі entorno y algo me elevГѓВі, fuera del cuerpo. No lograba distinguir nada. Estaba viajando a una velocidad tal que veГѓВ­a solo sombras indistintas y relГѓВЎmpagos de luz. Lo ГѓВєnico que podГѓВ­a percibir en aquel particular viajes eran las voces. Lamentos para ser mГѓВЎs precisa. LГѓВєgubres y tГѓВ©tricos lamentos. AdemГѓВЎs era como si manos invisibles se alargaran para detener mi loca corrida. Me agujereaban el cuerpo, pero no sangraba, y jirones de carne parecГѓВ­an desprenderse de mi cuerpo cada vez que una de esas manos me rozaba.

DespuГѓВ©s de algunos minutos, que me parecieron infinitos, volvГѓВ­ a fluctuar.

No estaba en una habitaciГѓВіn.

No estaba afuera.

No estaba tampoco en el cielo.

Flotaba en una especie de dimensiГѓВіn celeste, todo a mi alrededor brillaba en una luz azulada e hipnГѓВіtica.

HabrГѓВ­a podido permanecer allГѓВ­ por siempre. SentГѓВ­a una paz tan inmensa que hubiera podido perderme allГѓВ­ para siempre.

Mis plegarias fueron escuchadas.

Un resplandor blanco, enceguecedor me hizo perder el sentido y todo quedГѓВі oscuro y en silencio.




3

LA LLEGADA A NAOSTUR


“¿No deberías despertarla, ahora?”

“Es tan dulce verla dormir”

“¿Has enloquecido? No hablarás en serio, Sara”.

SentГѓВ­a la voz de dos chicas.

¿Quiénes eran?

¿Qué querían?

Deseaba que se fueran y me dejaran dormir.

¡Para siempre!

No querГѓВ­a despertar, estaba muy bien donde me encontraba.

“¡Basta ya!”. Ordenó una voz dulce y al mismo tiempo autoritaria. Era un muchacho y por su timbre de voz debía de ser de mi edad o un poco mayor. No lo pensé demasiado. Mi cerebro reclamaba a cada intento de hacerlo funcionar.

“¡Por fin has llegado!”, dijo la primera muchacha, la que parecía más decidida e inflexible.

“Váyanse, déjenme solo con la nueva arribada”.

“Claro, Jefe”, respondieron las muchachas, a coro, sonriendo.

SentГѓВ­ pasos que se alejaban, alguna palabra susurrada y la puerta que se cerraba con un rechinar fastidioso.

Por fin me quedГѓВ© sola.

¿O estaba equivocada?

Algo caliente se acercГѓВі a mi rostro. Se olГѓВ­a como el aire de la montaГѓВ±a.

En un determinado momento esta cosa, se acercГѓВі a mis labios, y en ellos se posГѓВі.

Fue entonces cuando entendГѓВ­ que aquello era un beso.

El beso mГѓВЎs intenso que habГѓВ­a recibido hasta ese momento. Mis labios se movieron de manera involuntaria. Se abrГѓВ­an y se cerraban siguiendo a sus labios. Era como oxГѓВ­geno. Buscaba ГѓВЎvidamente aquella boca, como si de ella pudiera tomar fuerza.

Como si pudiera volver a la vida.

Un ligero sacudГѓВіn elГѓВ©ctrico recorriГѓВі cada centГѓВ­metro de mi cuerpo, poniendo en movimiento los engranajes.

Los labios misteriosos se separaron de los mГѓВ­os. SacudГѓВ­ los ojos, y me sentГѓВ© de golpe, bostezando.

“¡Estate un poco atenta!”

“D-disculpa”, balbuceé. Me había levantado tan rápido que casi le golpeé la cara. Se encontraba a pocos centímetros de mí y era el chico más hermoso que jamás hubiera visto. Sus ojos eran negros como la noche, los cabellos rizados, despeinados y negros, parecían tan suaves que hubiera querido acariciarlos.

Me di cuenta que no podГѓВ­a parar de mirarlo, con la boca abierta, y tratГѓВ© de disimular mi vergГѓВјenza lo mejor que pude.

“Debo aclararte las cosas rápidamente”, dijo con seriedad, “¡Estás muerta! Ahora te encuentras en el Otro Mundo. Te desperté con un beso y…”

“Para, para, para. Una información a la vez”. Lo frené alzando la mano. “Comencemos desde el inicio. Antes que nada no creo estar muerta, dado que estamos hablando y te estoy mirando a los ojos. En segundo lugar, ¿quién eres tú? Y ¿qué es esta historia…bueh, del beso?”.

NotГѓВі que las mejillas se me habГѓВ­an enrojecido e hizo una sonrisa que me erizГѓВі la piel. ParecГѓВ­a un terrible cazador que gozaba al ver a su presa enjaulada, sin ninguna puerta de salida.

“Sí, está bien, tienes razón”. Se aclaró la garganta. “Me llamo Gabriel, y soy el ángel de la muerte. Por cuanto pueda parecerte absurdo te besé, porque tengo la mala fortuna de hacer morir a la gente, y, en casos raros, de revivirla”

“¿Ángel de la muerte? Esta sí que es buena”. Me largué a reír. “Aún estoy soñando, debo, sin lugar a dudas, despertarme”

ComencГѓВ© a pellizcarme el brazo, pero el efecto que obtuve no fue el esperado. No me despertГѓВ© en mi cama, como cuando habГѓВ­a tenido aquella terrible pesadilla, la noche anterior.

¿Entonces lo que me había dicho era verdad?

¿Aquello era el más allá?

Si estaba muerta, ¿por qué el pellizco me había hecho daño?

MirГѓВ© a mi alrededor, despistada. La habitaciГѓВіn estaba toda recubierta en madera. Una banderola estaba tapada por cortinas azules, haciendo juego con las sГѓВЎbanas y las alfombras.

EnarquГѓВ© una ceja y pensГѓВ© que en cuanto a decoraciГѓВіn les faltaba, definitivamente, mucha fantasГѓВ­a.

Junto a la cama, a mi izquierda, habГѓВ­a un enorme espejo, y en aquel preciso momento pude ver mi reflejo. El rostro pГѓВЎlido, los cabellos mГѓВЎs largos y mГѓВЎs negros. Usaba aГѓВєn la remera blanca con la mariposa rosada y los pantalones cortos y negros.

Y mis All Star.

“Lo siento, sé que es difícil de aceptar, pero estás muerta de verdad”, y con un gesto automático de circunstancia, me posó una mano en el brazo como si quisiera consolarme. Sentí un escalofrío a lo largo de la espalda, una mezcla de miedo, horror y atracción.

Era como si pudiera tener algunas informaciones, en forma de sensaciones, sobre mi vida. Hubiera podido jurar que sintiГѓВі tambiГѓВ©n ГѓВ©l esa especie de sacudГѓВіn porque me mirГѓВі bombardeГѓВЎndome por una fracciГѓВіn de segundo los ojos negros, casi irritados, y retirГѓВі, rГѓВЎpidamente, la mano.

“Ok, escucha”, dijo él retomando su discurso anterior, “te encuentras en un lugar llamado Naostur. Deberás comportarte en cierta forma de ahora en más. Este no es el mundo en el que estás habituada a vivir, aunque se asemeje bastante”.

“¿Estoy en el paraíso?”

Gabriel comenzó a reír “Sofía ¿qué dices? Estás solamente en otra dimensión. Naostur es una especie de mundo paralelo. La única diferencia es que aquí el sol ilumina solo una parte de las tierras, el Reino de Elos. En la otra parte, el Reino de Tenot, es siempre de noche.”

Bien, tendrГѓВ­a que aprender a convivir con un sol que nunca se pondrГѓВ­a. La idea no me gustaba demasiado.

Mis pensamientos cambiaron de improviso, una campana de alarma se encendiГѓВі en mi estГѓВіmago.

“Espera, ¿cómo sabes mi nombre? Nunca te dije cómo me llamaba”

“Todos saben quién eres, Sofía. ¿O prefieres que te llama Neman?”

¿Neman? ¿Me estaba tomando el pelo?

No era para nada divertido

HabГѓВ­a apenas regresado de un viaje por los infiernos y no tenГѓВ­a ninguna ganas de bromear.

“Solo Sofría, gracias”, dije en el tono más ácido que pude.

“Está bien, Sofía”, dijo Gabriel, devolviéndome una sonrisa muy misteriosa, “ahora escúchame, estas son las reglas. Podrás salir de aquí solo acompañada por mí o por tus hermanas: podrías perderte fácilmente y no deberías andar por la zona de las sombras bajo ningún motivo. Ni sola, ni acompañada, irás cuando estés pronta. ¿Has entendido?”, concluyó apuntándome con un dedo.

Retuve una carcajada, despuГѓВ©s de haber escuchado todas aquellas recomendaciones absurdas. Pero entendГѓВ­ que no bromeaba. Que todo era muy serio.

“Está todo muy claro. Solo que te equivocas: yo no tengo hermanas.”

“En el mundo real, eres hija única, aquí tienes dos. Sara, la custodia de los poderes de Badb, y Sonia, la custodia de los poderes de Macha.”

Me rasqué la cabeza confusa. “Ok, ¿hay algo más que deba saber?”

Sin dudas era una situaciГѓВіn surrealista. Demasiadas cosas nuevas, demasiadas reglas, demasiada confusiГѓВіn, demasiados cambios.

Las cartas tenГѓВ­an razГѓВіn.

“Sí, hay algo más” dijo en tono serio. Y, al ver que mis pensamientos estaban en otra parte, me tomó con delicadeza el mentón y me hizo mirar hacia él.

Mi corazГѓВіn comenzГѓВі a latir alocadamente, me tomГѓВі por sorpresa aquel gesto.

Sobre su rostro pasaron una serie de emociones: estupor, tormento y rabia. QuitГѓВі la mano y apuntГѓВі su mirado fijamente delante de sГѓВ­, en direcciГѓВіn al espejo.

“Hay una cosa que no debes hacer, una regla que no podrás infringir”. Su tono me asustó. “No debes buscarme y no debes confiarte en mí, no soy tu baby-sitter. No te seguiré paso a paso en tu transición. Soy el Ángel de la Muerte, tengo un buen número de almas de las cuales nutrirme, y tengo que llevar a término una misión, por lo tanto no quiero problemas. Además…” Se detuvo, una sombra bajó a sus ojos y calló.

“Además estando a mi lado solo te buscarás problemas. Hago daño a las personas que están a mi lado.”

CerrГѓВі los puГѓВ±os y se levantГѓВі de golpe para ir a abrir la puerta.

No pude decir nada. Aquellas ГѓВєltimas palabras retumbaron en mi cabeza, no lograba darles el significado adecuado.

La voz de Gabriel me hizo regresar los pies a la tierra. Estaba llamando a alguien que estaba fuera de la habitación. “Sara, Sonia, pueden entrar ahora, está despierta”.

La primera muchacha en entrar tenГѓВ­a el cabello rojo, como el fuego, largo hasta la cintura. Sus negros ojos parecГѓВ­an los de un cuervo.

MirГѓВ© a la otra muchacha. Sus cabellos tambiГѓВ©n eran largos hasta la cintura, pero de un rubio claro, tan claros que parecГѓВ­an blancos. MГѓВЎs que nada llamaban la atenciГѓВіn sus ojos: dos ojos de hielo, lГѓВ­mpidos y sinceros. ParecГѓВ­an tristes y ademГѓВЎs ella me recordaba a alguien. Y, como con la otra, no podГѓВ­a recordar a quiГѓВ©n.

La muchacha de cabello blanco pasó a aquella de cabello rojo, que quedó detenida en la mitad de la habitación y me observaba con los bruzaos cruzados. Se sentó en la cama y me abrazó como una niña cuando ve a su madre. “¡Neman, estás aquí!” gritó.

“Tal vez te hayas equivocado, me llamo Sofía”, dije, tratando de soltarme del abrazo con gentileza.

“Cierto, Neman, sé que los humanos te llaman Sofía. Mi nombre humano es Sara, pero cuando se dirigen a mí como Diosa me llaman Badb. Soy la guardiana del pozo sacro, custodia del conocimiento infinito”. De golpe, sus ojos se entristecieron. “Debes saber que lo siento mucho, debí mostrarme ante ti como Diosa, debías morir para poder alcanzarnos, pero ahora estás aquí sana y salva. No me odias, ¿verdad?” Me lo estaba preguntando con el labio inferior hacia adelante, y esos ojazos tan claros que parecían blancos.

Me daba ternura. Luego comprendГѓВ­a que ella era la viejita que habГѓВ­a visto en el parque.

Sus ojos de hielo me miraron en lГѓВЎgrimas.

Por un segundo sentГѓВ­ mucha rabia, pero decidГѓВ­ respirar profundo para asГѓВ­ calmarme.

Luego, con una sonrisa falsa, dije: “No, Sara, no estoy enojada contigo. Quédate tranquila.”

Coloque mi mano en sus cabellos para calmarla. Estaba, de verdad, desesperada.

La mirГѓВ© mejor y me preguntГѓВ© cuГѓВЎntos aГѓВ±os tendrГѓВ­a. ParecГѓВ­a no tener mГѓВЎs de quince, por su dulce rostro de niГѓВ±a.

Me llamó la atención la otra muchacha, que se aclaró la voz y dijo: “Mi nombre humano es Sonia, pero en realidad soy la reencarnación de Macha, reina de las pesadillas. Yo soy quien te advirtió. Arriesgué demasiado para venir a tu encuentro, los del Reino de Tenot, el lado oscuro, nos están controlando. Saben quién eres y, sobre todo, saben que estás aquí”. No se había movido ni un centímetro, había permanecido quieta en la mitad de la habitación, con los brazos cruzados.

“Oh, tú eres la que vi en mi sueño. Una parte de mí, ¿verdad? Solo que…no te pareces tanto a mí. ¿Por qué éramos tan iguales? Pregunté, confundida.

A decir verdad nos parecГѓВ­amos un poco, solo que mis ojos color oliva no tenГѓВ­an nada que ver con sus dos bochones negros, y su postura no era, por cierto, como la mГѓВ­a. Ella, a diferencia de Sara que parecГѓВ­a una pequeГѓВ±a, era una mujer hecha y derecha. La habrГѓВ­a considerado una lГѓВ­der o a la cabeza de cualquier grupo. Se veГѓВ­a que le gustaba mandar y controlar la situaciГѓВіn. Se comunicaba con Sara solo con la mirada y, de hecho asГѓВ­ fue como la hizo levantar y salir de la habitaciГѓВіn para ir quiГѓВ©n sabe dГѓВіnde.

Al rato regresГѓВі con un mazo de cartas y me las dio. Solo entonces Sonia se sentГѓВі a mi lado y al lado de Sara. ComenzГѓВі a ojear las cartas y sacГѓВі un pergamino amarillento que tenГѓВ­a nombres escritos en ГѓВ©l. RecorrГѓВ­ con velocidad la lista con mi mirada.

Finalmente vi mi nombre escrito al lado de los de Sara y Sonia.

Levanté la mirada desconcertada. “Y esto, ¿qué es?”.

“Una lista de nombres. Son todas las reencarnaciones de Macha, Badb y Nemann, además de aquellas de Morrigan. Si nuestras tres almas trabajan juntas, toman el poder de la Gran Reina, de la Diosa de la guerra y el cambio.”

Gabriel, que hasta ese momento había permanecido en silencia apoyado en la pared del cuarto, comenzó a reír y dijo: “Muchachas, ¿desde cuándo se suceden estas reencarnaciones? ¿Quinientos? ¿Más? Si mal no recuerdo, Morrigan juró volver.” Me apunto con el dedo como culpándome de algo. “Ella es la reencarnación de la Diosa, todos la buscan. Les debería bastar como prueba.”

“¡Cállate, ángel maldito! Es imposible” dijo Sonia, saltándole encima como un león. “Si de verdad las cosas fueran como tú dices, ¿por qué no reencarnó antes? Si existe y no es solo el nombre de nuestro poder ¿por qué no apareció antes?”

Gabriel no se moviГѓВі, se limitГѓВі a sacudir la cabeza y a esbozar una sonrisa burlona.

ComenzГѓВі a recitar algo que parecГѓВ­a una poesГѓВ­a.

“La luz de la luna abraza a la niña

tan pequeГѓВ±a y tan asustada.

Aquel hombre malo quiere daГѓВ±arla

pero la Gran Madre quiere salvarla.

El destino le guarda grandes cosas

pero solo su corazГѓВіn le dirГѓВЎ la verdad.ГўВЂВќ

“Con esta bella poesía, ¿qué quieres decir?” Le pregunté irritada.

Su mirada me atravesó. “Quiero decir”, comenzó con un tono tan seco que se me hizo un nudo en la garganta, “que tú recién llegaste, y de estas cosas no puedes saber nada. Ahora cámbiate. Debemos irnos.”

Se giró y salió. Permanecí mirándole la espalda con las lágrimas que asomaban en mis ojos. ¿Quién era él para tratarme así? Está bien, estaba muerta y había retornado a un mundo que no conocía, gracias a un beso suyo.

Un maldito beso suyo.

¿Quería hacerse odiar? ¿Era este el objetivo de su discurso anterior?

Pues lo habГѓВ­a logrado.

HabГѓВ­a algo misterioso en ГѓВ©l. Algo que no deberГѓВ­a descubrir, pero que igualmente querГѓВ­a conocer a toda costa.

SentГѓВ­a la necesidad de conocer mГѓВЎs, si bien me habГѓВ­a sido ordenado no averiguarlo. Las lГѓВЎgrimas comenzaron a caer, silenciosas.

Sara se dio cuenta de inmediato. “Llora cariño, si sientes la necesidad. Tu vida ha cambiado demasiado rápido.” Posé la cabeza en su hombre y comencé a llorar desconsoladamente.

DespuГѓВ©s de algunos minutos me tranquilicГѓВ©.

Mientras tanto, Sara, habГѓВ­a salido a buscar algunos vestidos para salir, y volviГѓВі con tres esplГѓВ©ndidos trajes que parecГѓВ­an salidos de un castillo medieval. Eran de tafeta, con brillantes en el pecho, y cada vez que les daba la luz, formaban un arcoГѓВ­ris de colores brillantes. Los bordes eran de oro con arabescos en plata, y la falda caГѓВ­da suave y ligera, para permitir cualquier tipo de movimiento. Los hombros quedaban descubiertos, pero en esa dimensiГѓВіn el clima era siempre templado.

El sol siempre iluminaba aquel mundo, y por esto la temperatura era siempre agradable, y se sentГѓВ­a el calor de aquel en la piel.

El vestido de Sara era azul como sus ojos, el de Sonia rojo como sus cabellos, y el mГѓВ­o era violeta oscuro, mi color preferido.

Me lo puse y me mirГѓВ© al espejo, detrГѓВЎs de mГѓВ­ estaban Sonia y Sara. ParecГѓВ­amos tres damas de otra ГѓВ©poca.

Esto me hizo sonreГѓВ­r, me volviГѓВі el buen humor.

De todas maneras querГѓВ­a saber algo.



“¿Muchachas adónde vamos?”

Sonia se acercó y me susurró al oído: “vamos a ver a la única persona que puede ayudarte”

“¿Y es confiable?”

“¡Ares, claro!” exclamó Sara.

“¿Cómo puedes estar tan segura?”

Algo dentro de mГѓВ­ no me dejaba caer la guardia.

“Es un inmortal. Los inmortales son quienes nos dominan, pero viven en el Reino de Tenot y viene aquí una vez al mes a recoger sus tributos e infligir algún castigo” me explicó Sonia. “Ares nació aquí, en el Reino de Elos. Su padre murió combatiendo contra el Rey que nos persigue y así fue como decidió no volver más. Quiere vengarse y se alió con nosotros.”

“Okey vamos con este tal Ares” no me quedaba otra que darle una posibilidad.

Sonia me sonriГѓВі por ГѓВєltima vez, una sonrisa corajosa.

Todos estaban seguros de que Ares me salvarГѓВ­a, yo estaba convencida de que algo saldrГѓВ­a mal.

¿Pero quién era para poder decirlo? Tal vez debería relajarme un poco. El estrés me estaba haciendo doler la cabeza.

Aun estando muerto se puede sentir dolor de cabeza.




4

El reino de Elos


¿Podría haber terminado en el Paraíso?

Algo asГѓВ­ jamГѓВЎs lo hubiera creГѓВ­do.

Apenas salГѓВ­, me encontrГѓВ© en un lugar en el que la luz del sol resplandecГѓВ­a siempre. Y el cielo parecГѓВ­a pintarlo todo con su azul.

No era muy distinto a la Tierra, el lugar en el que me encontraba, la vegetaciГѓВіn era la misma.

NotГѓВ© alguna acacia con sus flores rosas, y algГѓВєn duraznero en flor. No habГѓВ­a casa o edificio que no estuviera tapado de plantas y flores.

Aquello que, literalmente, me cortГѓВі la respiraciГѓВіn fue la presencia de seres mГѓВЎgicos delante de mГѓВ­.

Me estaban esperando y estaban dispuestos en un semicГѓВ­rculo dispuestos por raza y altura. Partiendo desde la derecha, habГѓВ­a unos pequeГѓВ±os seres luminosos, de unos veinte centГѓВ­metros. DetrГѓВЎs de la espalda tenГѓВ­an alas que se movГѓВ­an como las de un colibrГѓВ­. Se podГѓВ­a apreciar como un polvo brillante que caГѓВ­a al piso como si fuera nieve dorada.

En el centro estaban los gnomos, ¡imposible no reconocerlos! Tenían una estatura de entre 90 y 150 centímetros. Había estaba siempre convencida que nunca nadie los podía ver, y sin embargo estaban allí delante de mí. Los hombres con barbas largas y negras, los más jóvenes, y grises los más ancianos. Las mujeres con un sombrero que se achataba para sujetar sus dos trenzas, ordenadas firmemente con una moña colorida.

Cerrando el cГѓВ­rculo se encontraban unos seres que no podГѓВ­a reconocer.

“¿Sonia, quiénes son?” pregunté, abriendo apenas los labios para no hacer un papelón.

“Son medio elfos, Sofía. Una raza generada mucho tiempo atrás, gracias al contacto con los seres humanos. Solo los elfos podían entrar en contacto con los seres humanos, y el resultado de esa unión, lo puedes observar con tus propios ojos.”

“Ya entendí, y ¿qué poderes tienen?”

“Es difícil saberlo, depende del caso. Pueden alcanzar cualquier poder”

“Esto quiere decir que puede haber malos o buenos.”

“Exacto, algunos ayudaron hace ya tiempo a echar el reino a seres despreciables. Los malos pueden ser despiadados y es aconsejable mantenerse alejado de ellos.”

Hubiera querido preguntar algo mГѓВЎs de esta cuestiГѓВіn, cuando un medio elfo avanzГѓВі hacia nosotras.

VestГѓВ­a una camisa de seda blanca, atada a la cintura y abierta en el pecho que permitГѓВ­a entrever un fГѓВ­sico perfecto. TenГѓВ­a pantalones color caqui y cabellos largos y negros atados, en una cola de caballo descuidada, con un lazo dorado.

NotГѓВ© que sus orejas no eran demasiado puntiagudas, si bien asomaba una punta notoria. PodrГѓВ­a haber sido confundido perfectamente con un humano. Se llevГѓВі una mano al corazГѓВіn y bajГѓВі la cabeza en seГѓВ±al de respeto.

“Soy Calien, del Reino de Elos y de los medio elfos. Nuestro pueblo exulta delante de vuestra presencia” Su tono de vos era cálido y a la vez autoritario. “Ha venido para salvarnos del malvado rey del Reino de Tenot, cuya crueldad se revela en el modo en que se hace llamar: ¡Mefisto! Su corazón inmortal está corrompido por los demonios más despiadados. Solo Neman, unida a Badb y Macha, podrán salvarnos. Gloria y Honor a Vosotras.”

“Gloria y Honor a Vosotras” gritaron todos al unísono. Se llevaron la mano al corazón y se inclinaron delante de mí.

Hubiera querido decirles que se levantaran, me hacГѓВ­an sentir vergГѓВјenza.

Sara se me acercó y me apoyó una mano en el hombro. “Cierra los ojos, respira profundo y toma de mí la fuente del conocimiento, te será útil”.

Hice lo que me dijo

Al rato sentГѓВ­ un alegre cono de aire que se levantaba a mi alrededor. OlГѓВ­a a verano, alegrГѓВ­a y serenidad y pude percibir todo el poder que tenГѓВ­a. Se expandiГѓВі por todo mi cuerpo sin dejar fuera un solo mГѓВєsculo. En aquel momento supe lo que debГѓВ­a hacer.

Di dos pasos adelante. AbrГѓВ­ mis brazos hacia ellos, con las palmas de las manos mirando hacia el suelo, y como si alguien hubiera apretado un interruptor invisible, sentГѓВ­ que algo se me despertaba dentro, algo que no sabГѓВ­a que estaba allГѓВ­. Algo que al salir sorprendiГѓВі a todos, quienes allГѓВ­ estaban.

Aquello que dije no salГѓВ­a de mi boca ni de mi cuerpo. Ya no gobernaba mi propio cuerpo, estaba como en trance.

Era como si estuviera poseГѓВ­da, no una posesiГѓВіn mala, y por ello no opuse resistencia.

“No tengan miedo hijos míos, soy la Gran Reina, volví para salvarlos y para vengarme. Gloria y Honor a ustedes.”

Y por segunda vez en aquel dГѓВ­a, todo se volviГѓВі oscuro y volvГѓВ­ a perder los sentidos.



“Trata de levantarte, no es mi intención llevarte a upa nuevamente”.

HabrГѓВ­a podido reconocer esa voz entre miles. TenГѓВ­a algo que me provocaba miedo y bronca, al mismo tiempo.

Bronca, porque me habrГѓВ­a gustado que teminase de tratarme como un trapo que tirar a la basura.

Miedo porque a su alrededor se movГѓВ­a un aura misteriosa y oscura, de la que emanaba poder. Un poder demasiado grande, que me hacГѓВ­a sentir muy a disgusto.

“No tengo la más mínima intención de llamar tu atención, Gabriel. Cuanto más lejos de mí estés, mejor.”

Estaba de verdad muy irritada.

Después de todo, ¿qué hacía aún allí? ¿No podía mantenerse en su lugar y listo?

“Bueh, lo lamento por ti, pero tendrás que soportar mi presencia dado que te desmayas a cada momento, deberás subir a caballo con el subscripto.”

¿Qué? No lo habría hecho por nada en el mundo, ni aún bajo tortura.

Estaba por rebatir cuando la voz nerviosa de Sonia nos interrumpió: “¡No lo entiendo! Si tenemos un montón de caballos a disposición, ¿qué fin han tenido?”

“Pienso que los Siruco entraron, sin ser vistos, y se los llevaron a todos. Por suerte aún nos quedan dos a disposición, para hoy.” El tono de Gabriel no contenía emoción ninguna.

“No entiendo por qué entraron escondidos. ¿No podían hacer como hacen siempre?” Sonia era presa de un ataque de ansiedad. “Generalmente se divierten torturándonos,

“No quieren que nos alejemos de la villa, saben que está aquí.”

“¿No quieren que nos alejemos y nos dejan dos caballos?”

Le hice notar que las cosas no eran claras, entonces con mucha calma me sentГѓВ© y comencГѓВ© a masajearme el cuello que me dolГѓВ­a.

“Excelente observación” mi dijo Gabriel, guiñándome un ojo. “Sin embargo debes saber que aquí hay alguien dotado de una inteligencia superior, que mira qué casualidad, soy yo. Para prevenir este tipo de cosas, escondí dos espléndidos caballos.”

Odiaba su tono y ese su hacer como un chico sГѓВєper poderoso.

SerГѓВ­a el ГѓВЎngel de la muerte, pero se la creГѓВ­a demasiado para mi gusto.

“Muy bien Míster inteligencia, ¿qué quieres? Que nos postremos a tus pies y comencemos a reverenciarte” E hice una reverencia.

“No estaría mal y podrías comenzar tú, dando el ejemplo.”

¡Lo odiaba!

Me levantГѓВ© aГѓВєn inestable, porque me seguГѓВ­a dando vueltas la cabeza.

Por suerte allГѓВ­ cerca de mГѓВ­, estaba Sara, y me apoyГѓВ© en ella.

Estaba seria y me miraba como si fuera una extraterrestre.

¿Tenía algo entre los cabellos? Traté de arreglármelos pero continuaba mirándome igual.

Sus ojos de hielo parecГѓВ­an penetrarme y sentГѓВ­ un escalofrГѓВ­o que me recorriГѓВі la espalda.

“¿Pasa algo, Sara?” No respondió, se limitó a bajar la cabeza y negar con la cabeza.

Luego fue hacia Sonia.

“Sofía, vamos. Gabriel fue a buscar los caballos que escondió.” Dijo Sonia.

“Claro, voy”.

Me dirigГѓВ­ hacia ellas, sacudiГѓВ©ndome un poco de polvo del vestido.

Estaba de verdad preocupada. Me habГѓВ­a desmayado y lo habГѓВ­a sentido, pero nadie me habГѓВ­a dicho nada de lo que me habГѓВ­a sucedido, despuГѓВ©s que sentГѓВ­ la presencia de un cuerpo extraГѓВ±o metiГѓВ©ndose en mi cabeza.

¿Por qué? ¿Qué me estaban escondiendo?

Tal vez quien me habГѓВ­a poseГѓВ­do no era bueno, pero igualmente por quГѓВ© nadie me decГѓВ­a nada al respecto.

Lo que mГѓВЎs me preocupaba era la manera en que me miraba Sara, era como si me tuviera miedo.

SentГѓВ­ el sonido de los cascos, y vi a Gabriel que llegaba con dos esplГѓВ©ndidos caballos, de manto negro y con las crines que ondeaban como si fueran de seda.

Eran tan esplГѓВ©ndidos como lo era Gabriel. La camiseta de manga corta negra dejaba ver su fГѓВ­sico perfecto, y sus pantalones negros de jean se adherГѓВ­an a la perfecciГѓВіn a sus muslos en cada paso.

“Magníficos, ¿verdad?” Sonia tenía una mirada maligna.

“Sí, verdaderamente” respondí yo, pensando en otra cosa.

“Parece un caballo, fuerte y seguro de sí, pero en realidad tiene un carácter dócil, sabes?. El secreto es saber tratarlo, y conocer sus puntos débiles.”

¿Se estaba refiriendo al caballo? No, hablaba de Gabriel.

“¿Por qué me dices esto? No tengo ninguna intención de conocer mejor al caballo.” Dije, seca, cruzando los brazos ofendida.

“Vamos, se te cae la baba por él. Lo hicimos todas al llegar a este mundo. Su beso es único.” Y suspiró ante su recuerdo. “Pero habrás notado que se vuelve irascible cuando lo tienes cerca”.

“Me odia, si me gusta una persona no trato de agredirla cada vez que me dice algo.”

Sonia sonrió. “No entiendes, justamente este es el punto.”

La mirГѓВ© de boca abierta, Gabriel habГѓВ­a sido claro, no me querГѓВ­a a su alrededor, y yo tampoco a ГѓВ©l.

¿O tal vez sí?

Me sonrojГѓВ© pensando que pudiera surgir algo entre nosotros. Sonia lo notГѓВі y bajГѓВі la mirada, no querГѓВ­a admitir que tal vez tuviera razГѓВіn.

“Vamos” Me dijo dándome una palmada en el hombro.

SubiГѓВі al caballo con una elegancia envidiable. Yo nunca lo hubiera podido hacer de esa manera.

DetrГѓВЎs de ella subiГѓВі Sara.

Faltaba solo yo.

Me encontrГѓВ© delante de Gabriel. Era como un caballero negro sobre su negro caballo. Y la figura le quedaba muy bien.

TratГѓВ© de concentrarme en la silla de montar, y tomГѓВ© coraje. Si me distraГѓВ­a terminarГѓВ­a con la cola en el piso.

¡Cómo diablos se hacía para subirse allí!

Necesitaba ayuda pero no lo querГѓВ­a admitir. No querГѓВ­a su ayuda, que me miraba con los brazos cruzados volcado hacia el cuello del caballo con una mirada irritante.

“Dale, pon el pie en el estribo” lo escuché aguantando la risa. “Apóyate en mí y te ayudo a subir”

No encontraba nada de quГѓВ© reГѓВ­r.

BufГѓВ© y dejГѓВ© aparte el orgullo de poder subri sola. ColoquГѓВ© mi pie derecho en el estribo, me agarrГѓВ© de su brazo y con un movimiento ГѓВЎgil y elegante me ayudГѓВі a subir.

Me lo encontré de frente, sus ojos poco distantes de los míos. “Fue fácil, ¿verdad?”

Me hubiera gustado decirle cuánto lo odiaba, pero me limité a un breve y ácido “Gracias, pero lo habría hecho sola, de todas formas.”

“No lo dudo” Dijo en tono sarcástico y luego se puso serio de nuevo. “Agárrate a mí, debemos llegar rápido al castillo, cuanto más veloz lo hagamos menos llamaremos la atención.”

Me agarrГѓВ© a sus costados, a su camiseta justa, lo mГѓВЎs fuerte que pude.

Gabriel se dio vuelta molesto. “Tú no me escuchas.”

Tomó mis manos y las puso entorno a su cintura. “Ahora no correrás riesgo, agárrate fuerte”, luego se giró y les dijo a las muchachas, “podemos ir”.

Me encontrГѓВ© pegada contra su espalda. EstГѓВЎbamos yendo a una velocidad increГѓВ­ble, tanto que no podГѓВ­a observar con claridad el paisaje a mi alrededor. PodГѓВ­a apenas distinguir los prados y alguna montaГѓВ±a pero nada mГѓВЎs.

AГѓВєn me daba vueltas la cabeza, por lo que decidГѓВ­ cerrar los ojos.

SentГѓВ­a el viento en mis cabellos y con los ojos cerrados, parecГѓВ­a que estaba volando.

¡Volar!

Gabriel era un ángel, tal vez tenía alas. ¿Entonces por qué no las veía? Su espalda era perfecta. Además de los músculos no notaba ninguna otra imperfección. O al menos apoyada en él eso parecía.

Tuve un flash, en el que vi una figura con un par de alas negras, terrorГѓВ­ficas.

ParpadeГѓВ© un instante por el miedo, y en ese momento nuestra loca corrida se hizo mГѓВЎs lenta.

Alrededor de mГѓВ­ habГѓВ­a un paisaje magnГѓВ­fico, verde.

Gabriel notГѓВі que estaba distraГѓВ­da y para llamar mi atenciГѓВіn colocГѓВі una mano sobre las mГѓВ­as. PasГѓВі con delicadeza el pulgar sobre mi dorso para avisarme que habГѓВ­amos llegado.

Se me detuvo el corazГѓВіn.

“Mira Sofía, ¿no es magnífico este lugar?” Su voz escondía un halo de tristeza, como si aquel lugar le recordara algo pasado, o tal vez me equivocaba. No lo hubiera creído capaz de probar algún sentimiento.

Respecto a lo usual, sonaba mГѓВЎs gentil, su lado angelical habГѓВ­a surgido.

No, pero querГѓВ­a disfrutar aquel momento, hasta que volviera el irascible Gabriel.

“Es fantástico”. Y lo era de verdad. Delante de nosotros había un mar tan azul que parecía que el cielo se hubiera dado vuelta. Debìa ser un lago, porque a su alrededor solo había montañas.

“Este es el lago de los tres ríos, si miras bien entenderás por qué el nombre.” Miré alrededor y entendí perfectamente. Había tres montañas alrededor, y de cada una de ellas bajaba un río que desembocaba en las aguas cristalinas.

“Debemos pasar el puente. ¿Ves, allí abajo?” Gabriel me volvió a tierra, y lamentablemente quitó su mano de las mías, para mostrarme un punto a lo lejos.

Vi un puente que no parecГѓВ­a tener fin. PestaГѓВ±ГѓВ© para ver mejor, la luz reflejada en el agua me impedГѓВ­a ver con claridad.

Me llevГѓВ© una mano a los ojos para cubrir el reflejo y pude ver un pequeГѓВ±o relieve montaГѓВ±oso. Era extraГѓВ±o, tenГѓВ­a una forma muy particular.

“Allá arriba, en aquel monte, está el castillo de Ares. Las acompañaré hasta allá, luego seguirán solas” dijo Gabriel.

“¿Por qué no vienes con nosotras?”

Un rayo de rabia le pasó por los ojos, “no soy bienvenido” y terminó la conversación.

Con ГѓВ©l no se podГѓВ­a nunca tener una conversaciГѓВіn completa, siempre dejaba los discursos por la mitad, y esto me fastidiaba, de verdad.

Llegamos al castillo en la tarde.

Gabriel se marchГѓВі con los caballos y dijo que nos vendrГѓВ­a a buscar a la maГѓВ±ana siguiente.

DГѓВіnde habrГѓВ­a pasado la noche, no nos lo dijo, pero aquello no era importante. Mi atenciГѓВіn habГѓВ­a pasado al castillo que tenГѓВ­a delante que era de verdad impresionante. Entramos escoltadas por un paje. Era un muchacho joven que descubrГѓВ­ que era el ГѓВєnico inmortal al servicio de Ares. Todos los demГѓВЎs se habГѓВ­an quedado con Mefisto, quien los dejaba marchitar hasta el hueso en un mar de vicios y excesos.

Portaba una calza que se adherГѓВ­a a sus piernas, largas y esbeltas, similares a las de un ciervo, y una camisola blanca. Encima un chaleco negro orlado en dorado, con un cordoncito marrГѓВіn, que lo cerraba adelante.

Como si esto no fuese lo suficientemente ridГѓВ­culo, llevaba un sombrero negro, de esos de torero, de fieltro negro con una pluma de pavo que le caГѓВ­a sobre los cabellos rubios y ondulados.

No pude retener la risa cuando vi aquel pantaloncito marrГѓВіn a rayas plateadas, era como si se hubiera puesto dos pelotas en las piernas.

Nos acompañó hasta la puerta del salón, la abrió y nos anunció: “Su alteza, e inmortal Ares está pronto a recibiros.”

Entramos en fila, primero Sonia, despuГѓВ©s Sara y luego yo.

El salГѓВіn era mucho mГѓВЎs grande de lo que me habГѓВ­a imaginado, grandes pinturas cubrГѓВ­an las paredes.

Eran elfos nobles, se veГѓВ­a por la actitud firme, y por las coronitas de hojas colocadas en la cabeza.

“¿Quiénes son?” Le pregunté a Sara, que aún me miraba con una mirada turbadora.

“La primera estirpe de elfos que reinó en Naostur, los Nuropegues.”

“Pero aquí no hay elfos” le dije, “solo he visto medio elfos, ¿dónde se encuentran ahora?”

Sara me acribilló con la mirada, “son historias antiguas, es mejor dejar el pasado donde está.”

¿Por qué toda aquella rabia repentina? Solo quería saber un poco más del lugar en el que me encontraba.

DecidГѓВ­ no indagar mГѓВЎs, si bien no podГѓВ­a sacar de mi cabeza la belleza de aquel Rey elfo.

VolvГѓВ­ a mirar a mi alrededor, aquel Castillo era inmenso. Desde lo alto de la sala, colgaban tres grandes araГѓВ±as, todas alimentadas por velas. Al final del salГѓВіn habГѓВ­a dos grandes escaleras, que llevaban a las habitaciones del segundo piso. Eran en mГѓВЎrmol blanco y formaban una herradura.

Mis hermanas y yo caminГѓВЎbamos en fila sobre una gran alfombra roja. Me sentГѓВ­a como una reina escoltada por sus damiselas.

Cuando llegamos al final del salГѓВіn, Sonia se colocГѓВі a mi derecha, Sara a mi izquierda y yo quedГѓВ© en el medio.

Vi a las muchachas llevarse la mano, con los dedos entrecruzados, al corazГѓВіn y arrodillarse.

Yo las imitГѓВ©.

“Gloria y Honor a ustedes, queridas muchachas.” Dijo una voz desconocida para mí.

BichГѓВ©, curiosa por saber quiГѓВ©n hablaba.

Me encontrГѓВ© mirando el corredor que pasaba debajo de las escaleras.

No habГѓВ­a mucha luz y la ГѓВєnica cosa que podГѓВ­a distinguir era una figura con un contorno negro.

Nada mГѓВЎs.

“Gloria y Honor a ti, Ares”, dijeron Sonia y Sara.

Yo permanecГѓВ­ con la boca abierta, tratando de darle un sentido a la sombra que aparecГѓВ­a delante de mГѓВ­. No dije nada y las otras dos me miraron como si hubiera hecho el papelГѓВіn de mi vida.

Ares sonrió. “No importa es nueva en nuestro reino, ya aprenderá.”

“G-Gracias” tartamudeé, un poco avergonzada.

Me levantГѓВ© y mis ojos encontraron los de Ares.

HabГѓВ­a salido de la sombra y un haz de luz lo iluminГѓВі.




5

ARES


Las grandes paredes, pintadas, hacГѓВ­an un ГѓВєnico espacio con el suelo.

Un remolino, gris, rojo y amarillo parecГѓВ­a querer devorarme.

EscuchГѓВ© un zumbido, parecido al que se escucha cuando se estГѓВЎ por perder el sentido, a punto de desvanecerse, y esto lo habГѓВ­a aprendido con creces.

Pocas horas antes me habГѓВ­a desmayado y habГѓВ­a muerto.

Luego habГѓВ­a vuelto a desmayarme.

Pero esta vez era diferente porque solo una cosa veГѓВ­a con nitidez delante de mГѓВ­, el rostro de Ares.

No sabГѓВ­a si era un muchacho o un hombre, no tenГѓВ­a edad.

Se presentГѓВі delante de nosotras vistiendo solo un par de jeans. Sus mГѓВєsculos eran marcados sin ser exagerados. Su rostro era como el de un ГѓВЎngel, uno de aquellos de los cuadros, que adoran al SeГѓВ±or.

HabrГѓВ­a podido ser uno de aquellos. O un serafГѓВ­n, pues tampoco ellos tenГѓВ­an edad.

Sus cabellos rubios y rizados, caГѓВ­an por encima de sus hombros. Su nariz griega era perfecta, sus ojos pequeГѓВ±os y de un verde intenso como los prados que habГѓВ­a visto antes de llegar al castillo. El mentГѓВіn un poco pronunciado y en punta, y la boca suave y poco carnosa, eran atrayentes.

No sabГѓВ­a si enfrente de mГѓВ­ tenГѓВ­a una divinidad o un inmortal.

Me di cuenta de que habГѓВ­a estado un rato mirГѓВЎndolo, de boca abierta, solo cuando Sara me dio un pellizco.

“Era hora de que decidieras volver con nosotros” dijo en voz baja. “¿Qué diablos te sucedió?”

“Y-Yo”, tartamudeé.

QuГѓВ© habrГѓВ­a podido decirle.

Afortunadamente Ares me salvó de aquella situación embarazosa. “Perdónenla, es la primera vez que se encuentra de cara con un inmortal”, y me hizo un guiño.

“Un placer conocerte, Neman. Bienvenida a nuestro reino.” Ares se arrodilló delante de mí, tomó mi mano y me la beso dulcemente, como aquellos caballeros de otros tiempos.

“El placer es mío, Ares”

A juzgar por la expresiГѓВіn de Sonia, que levantГѓВі los ojos al cielo y sacudiГѓВі la cabeza, entendГѓВ­ que habГѓВ­a hecho el enГѓВ©simo papelГѓВіn.

Me di vuelta y en voz baja dije:”¿qué debía decir?”

La ГѓВєnica respuesta que obtuve fue una risita que no pudo ser frenada. Aquellas que debГѓВ­an de ser mis hermanas me estaban tomando el pelo. Para mГѓВ­ aquello no era nada divertido y las fulminГѓВ© con la mirada.

“Síganme”, dijo Ares que no parecía haber notado nada.

Lo seguimos por los inmensos corredores del castillo, iluminados por enormes candelabros de oro que colgaban de las paredes.

Entramos en una salita que parecГѓВ­a diminuta para aquel enorme lugar. DebГѓВ¬a de ser una especie de oficina, con un escritorio de madera en el medio de la misma, y un enorme armario que ocupa toda la pared del fondo.

Delante del escritorio habГѓВ­a tres sillas de madera, decoradas, de apariencia incГѓВіmoda.

No habГѓВ­a cuadros ni ventanas al exterior. Solamente un enorme candelabro con velas encendidas, que colgaba sobre nuestras cabezas.

Encima del escritorio habГѓВ­a algunos papeles ordenados. NotГѓВ©, de un lado, algunas hojas escritas, y de otro, hojas en blanco, y cerca de estas un recipiente con tinta y una lapicera de pluma para escribir.

“Bien”, comenzó Ares, “esta sala es la más segura que tenemos. Como ustedes ya saben, se sabe que llegó. Se rumorea que esta vez es diferente, que podría ser Ella, y no solamente Neman. ¿Qué me pueden decir a propósito de esto?”

Sara comenzГѓВі a contar todo, como un rГѓВ­o que corre. Desde mi despertar hasta el evento delante del pueblo del Reino de Elos.

Finalmente entendГѓВ­ por quГѓВ© me miraba con sospecha. HabГѓВ­a entrado en trance y habГѓВ­a comenzado a hablar con una voz que no era la mГѓВ­a. Incluso yo, como ella, habrГѓВ­a sospechado. Pensar en cualquier tipo de posesiГѓВіn, me revolvГѓВ­a el estГѓВіmago.

“Y entonces sospechas que en ese momento se haya podido manifestar la Diosa en persona. ¿Entendí bien Sara?” Concluyó Ares.

“Estoy convencida. Por un momento pude ver un rayo en sus ojos, una luz distinta, mi cuerpo sintió una presencia diferente, fuerte, y…” tragó antes de continuar, “y familiar”.

“Entiendo, pero si fuera la reencarnación de la Diosa, de Morrigan…¿saben lo que significa, verdad?”

Sara y Sonia se miraron, me miraron, miraron a Ares, hicieron un gesto y miraron hacia abajo.

¿Qué significaba aquello?

AguantГѓВ© la respiraciГѓВіn. El estГѓВіmago se me retorcГѓВ­a de ansiedad.

EsperГѓВ©, deseando que alguien me explicara algo.

Nadie dijo nada.

“Yo no sé qué significa todo esto” exploté. “¿Alguien me podría explicar qué diablos significa?”

“Sofía, tesoro, cálmate” dijo Ares. “No pasará nada malo, todo depende de ti. Verás, hace años que Morrigan no se deja ver. La última vez fue cuando murió.”

“¿Cómo sucedió?”

TratГѓВ© desesperadamente de calmarme.

“Murió durante una batalla. Se había enamorada del oicial del ejército del Reino de Elos, un inmortal. Morrigan es famosa por ser la Reina de la Guerra. Su ayuda hubiera sido preciosa para vencer contra el Reino de Tenot, y vencer a su Rey, Mefisto. ¡Ese bastardo! Pero Lugh no le permitió entrometerse, la amaba demasiado. Morrigan no soportaba la idea de perderlo en la batalla y lo siguió, asumiendo la forma de cuervo. Cuando vio que Mefisto estaba a punto de matarlo, se transformó en la vieja de los largos cabellos canos, portadora de muerte. Desgraciadamente murió la persona equivocada. La vieja no le apareció al Rey, le apareció a Lugh.”

“Y ella desapareció con el corazón destrozado.” Concluyó Sonia. “Se dice que declaró que se habría vengado con Mefisto, apenas tuviera la oportunidad.”

“¿Y entonces qué pasará si soy de verdad la reencarnación de la Diosa? ¿Deberé de combatir con este despiadado Rey?”

Estaba en verdad muy preocupada. No querГѓВ­a combatir, era como firmar mi condena a muerte.

¿Qué habría podido hacer contra un inmortal? ¡Nada!

“No, tú puedes elegir de qué parte estar. Puedes estar de parte de los buenos, y entonces te vengarás de Mefisto y su ejército”, comenzó a explicar Ares.

“Y nos salvarías a nosotros y a nuestro ejército” agregó Sara, mirándome como implorando compasión.

“O puedes mascararte de parte de los malos, y entonces junto a ellos, traerás muerte y destrucción. Se dice que Mefisto está tramando algo desde hace años, pero nunca nadie pudo encontrar nada que pudiere descubrir qué es.”

Ares apretГѓВі los puГѓВ±os y mirГѓВі al vacГѓВ­o.

¡Eran dos elecciones absurdas!

Me parecГѓВ­a lГѓВіgico ubicarme del lado del bien. Primero porque cualquiera lo harГѓВ­a para salvar su pellejo, y segundo, porque conocГѓВ­a muchas personas que me ayudarГѓВ­an a hacerlo.

“Elijo estar del lado del bien, obviamente.”

“No es tan sencillo. Deberás siempre guardar tus espaldas, serás puesta a prueba. Y por lo que sé hay personas que pueden estar cerca de ti y no revelarse por lo que realmente son. Podría trabajar para el Reino de Tenot, y por la espalda obligarte a estar con ellos.”

¿Quièn podría hacer algo así?

No creГѓВ­a que Sara ni Sonia pudieran traicionarme bajo mis narices, y tal vez tampoco Gabriel.

¡No! Él sí, pensándolo bien, sí habría sido capaz.

Me habГѓВ­a avisado que tenГѓВ­a una misiГѓВіn que terminar y ademГѓВЎs estaba aquella historia de yo-hago-mal-a-quienes-estГѓВЎn-a-mi-lado.

SГѓВ­, ГѓВ©l serГѓВ­a un ГѓВіptimo candidato.

“¡Gabriel!” me sorprendí diciendo.

“¿Gabriel? Piensas que él pueda estar en tu contra, ¿por qué?” Ares se llevó una mano, en gesto de pensar, al mentón.

“No, en realidad…era solo un pensamiento.”

TratГѓВ© de justificarme, moviendo las manos para borrar lo que habГѓВ­a dicho.

Sara con sus aires de niña inocente, se giró hacia mí. “Gabriel no le haría daño nunca a ninguna de nosotras, no es malo, te equivocas.”

“Es el ángel de la muerte, no está de ningún lado. En realidad está donde le conviene.” Un rayo de odio pasó por los ojos de Ares.

Un temblor me puso la piel de gallina y una cantidad de imГѓВЎgenes comenzaron a amontonarse en mi mente.

Lloraba, estaba sola en un bosque y tenГѓВ­a miedo.

Era un recuerdo desenfocado.

O tal vez un soГѓВ±o sin terminar que habГѓВ­a permanecido en mi memoria.

CerrГѓВ© los ojos para poder concentrarme mejor y una voz resonГѓВі dentro de mГѓВ­ fuerte y clara.

Retan ni stequo pocor.

Algo en el recuerdo llamГѓВі mi atenciГѓВіn.

Una figura caminaba hacia mГѓВ­. Dos ojos amarillentos esplendГѓВ­an en la noche, como los de un gato.

Las imГѓВЎgenes se bloquearon ahГѓВ­.

AbrГѓВ­ los ojos, y nadie pareciГѓВі darse cuenta de lo que acababa de sucederme.

Ares buscaba algo en los cajones del escritorio. SacГѓВі un paquetito de color rojo tan fuerte, que parecГѓВ­a negro a la luz de las velas.

Lo abriГѓВі y sacГѓВі de ГѓВ©l un collar.

Era estupendo.

Lo levantГѓВі de modo que todas pudiГѓВ©ramos verlo.

La luz de las velas se reflejaba en el cristal rojo del centro, con forma de corazГѓВіn, emanando rayos rojizos por toda la sala. A ambos lados del corazГѓВіn habГѓВ­a dos dragones, uno blanco y uno negro, con las colas entrelazadas en la parte inferior, y sus alas desplegadas.

“Úsalo siempre Sofía. El corazón del Dragón te protegerá y te ayudará a domar tus poderes” Ares se levantó y avanzó hacia mí.

RecogГѓВ­ mis cabellos, para permitir que Ares me colocara el collar.

Era frГѓВ­a al tacto, y podГѓВ­a percibir el poder que portaba aquel corazГѓВіn rojo.

“Creo que ya es hora de acompañarlas a sus habitaciones, estarán cansadas” Dijo Ares acariciándome el cabello.

No me habГѓВ­a dado cuenta lo tarde que era. El sol, si bien menos fuerte, continuaba brillando en aquel cielo azul. Deseaba que los dormitorios tuvieran cortinas pesadas, de manera que no dejaran entrar la luz.

Siempre habГѓВ­a dormido en la oscuridad absoluta.

No querГѓВ­a que ninguna luz molestara mi sueГѓВ±o, y saber que allГѓВ­ el sol nunca daba paso a la luna me preocupaba un poco.

Mis hermanas salieron, y yo luego de ellas, como siempre lo hacГѓВ­amos.

Ares me aferrГѓВі del brazo, en cuanto mis hermanas ya estaban un poco distantes, y me retuvo en la salita.

Los cabellos me habГѓВ­an caГѓВ­do en el rostro, y el inmortal me los retirГѓВі, con total ternura, acariciГѓВЎndome el rostro.

“Te has transformado en una mujer espléndida, Sofía.”

QuГѓВ© querГѓВ­a decir, yo no lo sabГѓВ­a, y tampoco me importaba.

Estaba completamente hipnotizada por aquellos ojos verdes, que al mirarlos tan de cerca, notГѓВ© que estaban circundados de pequeГѓВ±os puntitos dorados, alrededor de las pupilas.

Me habrГѓВ­a podido manejar como una marioneta y de hecho, no me di cuenta que habГѓВ­a acercado mucho su cuerpo al mГѓВ­o.

“Tú eres mía, y de nadie más.”

Luego pronunciГѓВі palabras incomprensibles para mГѓВ­, y sus pupilas se dilataron. Vi ese rayo rojo salir de sus ojos, y por mi espalda corriГѓВі un escalofrГѓВ­o.

Estaba en peligro lo sentГѓВ­a en cada rincГѓВіn de mi cuerpo, pero no podГѓВ­a moverme ni gritar.

HabГѓВ­a sido raptada por aquel serafГѓВ­n inmortal y no hubiera podido hacer nada, sino simplemente rendirme y entregarme a ГѓВ©l.

BajГѓВі la cabeza y me besГѓВі. No fue un beso apasionado, sino un flujo de poder que salГѓВ­a de sus labios hacia los mГѓВ­os.

Justo en ese momento comprendГѓВ­ dos cosas.

La primera que era Morrigan la Diosa de la guerra y el cambio, y de esto estaba segura.

Y habГѓВ­a podido darle un nombre a esa figura mal enfocada que habГѓВ­a venido a mi mente instantes antes.

SabГѓВ­a quiГѓВ©n me querГѓВ­a hacer daГѓВ±o, y desde ese momento tendrГѓВ­a controlados todos sus movimientos.




6

VIEJOS RECUERDOS


Mi cuarto era enorme.

Las paredes parecГѓВ­an de oro. Con decoraciones floreadas, muy sencillas.

En el techo habГѓВ­a pintado un hermoso cielo azul con blancas nubes, y del centro caГѓВ­a un finГѓВ­simo candelabro de oro, con forma de pirГѓВЎmide y base redonda, al cual lo habГѓВ­an llenado de velas.

Estaba demasiado cansada, como para ponerme a contarlas.

Mi atenciГѓВіn fue llamada por la enorme cama, de madera y hierro, con dos cortinas blancas a los costados.

Encima del acolchado habГѓВ­a un camisГѓВіn de seda ambar, con recamos de color rosa alrededor de los senos.

Me la puse y fui hacia la ventana, enorme, que se encontraba justo enfrente a la puerta.

CerrГѓВ© la pesada cortina, y con gran alegrГѓВ­a, me di cuenta de que no entraba siquiera un rayo de sol.

ApaguГѓВ© las velas y me metГѓВ­ entre las sГѓВЎbanas con sumo placer.

Al inicio no soГѓВ±ГѓВ© nada en particular. Luego me encontrГѓВ© en medio a un bosque con unos pinos tan alto que parecГѓВ­an perforar el cielo. Me vi sentada en el piso sobre un colchГѓВіn de hojas secas.

HacГѓВ­a frГѓВ­o y a humedad me entraba hasta los huesos.

Temblaba.

El corazГѓВіn me batГѓВ­a a mil.

Estaba aterrorizada.

QuerГѓВ­a gritar, llorar, querГѓВ­a a mi madre.

¿Sería un recuerdo de cuando era niña?

¿Un recuerdo que quería borrar?

Tal vez sГѓВ­.

HabГѓВ­a visto aquella escena en mi mente, antes, mientras hablГѓВЎbamos con Ares.

¿Era coincidencia o fatalidad, que justo me viniera a la mente ahora?

En un cierto momento, en sueГѓВ±os, sentГѓВ­ pasos.

Hojas pisadas, ramas partidas.

Alguien se acercaba.

PodГѓВ­a sentir una respiraciГѓВіn, como si ese alguien, hubiera corrido para llegar hasta allГѓВ­.

Lo escuchГѓВ© reГѓВ­r.

“Pequeña Sofía, no grites, no tengas miedo. Las otras chicas ni siquiera se dieron cuenta. Quieres ser la única cobarde.”

Aquel saliГѓВі de la oscuridad y se me acercГѓВі.

Era una sombra, una figura de hombre, con alas negras, tan negras que se confundГѓВ­an con la noche.

Me puse a lloras fuerte, muy alto, sin importarme de lo que habГѓВ­a dicho de las otras muchachas.

No me importaba ser la mГѓВЎs valiente, solo querГѓВ­a que alguien me llevara a casa.

El hombre comenzó a parlotear en una lengua desconocida. Finalmente gritó: “Retan ni stequo copor. Entre en este cuerpo, Máxima Diosa.”

Una luz agujereГѓВі el cielo y se hacГѓВ­a cada vez mГѓВЎs grande.

Un rayo verde dibujГѓВі un cГѓВ­rculo perfecto a mi alrededor, y aquello que parecГѓВ­a el polvo mГѓВЎgico de Trilli, comenzГѓВі a subir dibujando esplГѓВ©ndidos arcoГѓВ­ris, cada vez que entraba en contacto con el rayo de luz.

AlarguГѓВ© mis manos para tocarla y dejГѓВ© de llorar.

Me sentГѓВ­a tranquila, como si estuviera con mi madre en su cama, y no fuera en un bosque oscuro.

El rayo verde de a poco desapareciГѓВі.

El ángel negro dijo: “Es hora de que entres en su cuerpo Diosa, te mataré con mis propias manos.” Avanzó hacia mí. “Se hará justicia.”

Algo hizo aparecer un pequeГѓВ±o rayo de luna, y saltГѓВі delante de mi cabeza.




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